El 17 de noviembre tuvo lugar una huelga en las universidades de Barcelona. Quejándose por las "retallades" del Govern en la enseñanza pública, los estudiantes se convirtieron, por un día, en piquetes. En la Universitat Autònoma de Barcelona alrededor de cien pasaron la noche en la Facultad de Política. Durante todo el día entorpecieron la actividad docente y se pararon para la manifestación, a las seis de la tarde.
Apenas había desembarcado gente en el santuario a la comunicación: los encargados del bar esperaban tras la barra a unos estudiantes que no vendrían.
Los miembros de la asamblea fueron entonces al “chalet”, un anexo de aulas. Se metieron en una clase de Recursos Laborales. Diez alumnos escuchaban a un profesor que no opuso resistencia alguna cuando le preguntaron si podían pasar. “¿Me queda otra alternativa?”, preguntó retóricamente. Cuando el debate comenzó, los piquetes, sentados en el estrado, exponían su punto de vista.
Un cuarto de la clase, en su mayoría mujeres, asentía con la mirada, en fija en el suelo. La mitad apelaba al derecho individual de cada individuo a elegir. “Está muy bien que hagáis huelga, pero no me podéis exigir que me una a vosotros y, además, fastidiarme la clase”: reivindicó una alumna, madre de una niña de cinco años.
Al cabo de cinco minutos, la secretaria entró y tomó asiento discretamente. Al ver que la clase no iba hacia ningún sitio, una chica le propuso a otra irse: “No creo que pase nada interesante”. Efectivamente, al rato, el profesor se levantó y dio por terminada la lección. Saliendo del chalet para ir a dar apoyo a la facultad de veterinaria, la secretaria se les acercó y les dijo que les apoyaba completamente: “Cerraré todas las aulas, aunque si viene un profesor tendré que abrirle”. Los piquetes se lo agradecieron varias veces.
Diez minutos antes de llegar a veterinaria, a las diez y veinte se encontraron con un grupo de jóvenes, cargados con aparatosas mochilas para acampar. Estaban al lado de la estación de ferrocarriles: “¿Queréis venir a veterinaria? ¡Hace falta gente!”. Los mochiletos se miraron y, sin darle muchas vueltas, asintieron inclinando la cabeza.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada